Ninguna economía puede crecer y desarrollarse sino crecen también las empresas, la unidad básica de toda economía. En la dinámica económica global, las empresas más grandes son las que alcanzan las economías de escala necesarias para competir en los mercados y ofrecer bienes y servicios para más consumidores con mayor calidad y menores precios. No todas lo logran ni todas necesariamente compiten en mercados globales. Las pequeñas y medianas empresas sirven mercados locales con bienes y servicios también necesarios y muchas también son parte de las cadenas internacionales de suministro. La desigualdad de tamaños de las empresas no es un problema, cada una tiene un papel en el engranaje económico y en conjunto crean la riqueza e impulsan el desarrollo económico. Por qué entonces habría de ser un problema la desigualdad de ingresos o de riqueza?
Por otra parte, mientras más grandes las empresas, mejor remunerados son los que en ellas trabajan. La evidencia estadística lo confirma.
La riqueza no está almacenada en una bóveda de Rico McPato, está en forma de activos de empresas. No se puede redistribuir sin destruir el tejido económico. Pretender reducir la desigualdad de ingresos y riqueza pasa por hacer desaparecer a las empresas multinacionales y las empresas grandes. Suponer que la economía podría funcionar sin ellas es una ingenuidad. Es como suponer que el cuerpo humano puede funcionar extirpando las arterias y venas más gruesas.
Intentar reducir la desigualdad de riqueza solo sirve para apaciguar el sentimiento de envidia de los que propugnan por reducirla. No sirve para sacar a las personas de la pobreza.
No han faltado quienes pretenden justificar las bondades del igualitarismo y acusar a la desigualdad de todos los males con supuestos estudios científicos. El siguiente es uno de esos intentos.
Desde que el colapso de los estados socialistas en todo el mundo expuso a Karl Marx como un falso profeta, las tribus perdidas del socialismo internacional han estado vagando por los pasillos de las universidades del mundo en busca de otro mesías. En 2009, pensaron que habían encontrado uno.
…Lo que la izquierda necesitaba, por lo tanto, era un nuevo Marx, alguien que pudiera proporcionarles un riguroso análisis “científico” que pudiera sustentar una vez más sus creencias éticas. Querían que un científico social les diera la evidencia que obligaría a los oponentes a ceder ante el poder de sus argumentos. Simplemente apelar por una mayor igualdad no los llevaba a ninguna parte. Lo que anhelaban era un nuevo mesías que pudiera demostrar que una mayor igualdad no solo era deseable sino una necesidad urgente para el futuro de la humanidad. En 2009, Richard Wilkinson y Kate Pickett publicaron The Spirit Level, un libro que parecía ofrecer a los intelectuales socialistas todo lo que ansiaban.
… La tesis central de The Spirit Level es que entre las sociedades modernas, aquellos con distribuciones de ingresos más estrechas tienen un mejor desempeño en casi todos los indicadores sociales y psicológicos que aquellos con una mayor disparidad de ingresos. En una serie de gráficos, los autores mostraron cómo las personas en países más iguales parecen vivir más, menos asesinados, las tasas de alfabetización son más altas, las enfermedades mentales son más bajas y la confianza es más fuerte. Estos hallazgos fueron reforzados por su análisis de los 50 estados de EE. UU., Que aparentemente mostraron que aquellos con la mayor desigualdad de ingresos generalmente tienen los peores resultados sociales y psicológicos.
El punto crucial en la afirmación de Wilkinson y Pickett fue que casi todos se benefician de una mayor igualdad. No son solo los pobres cuyas vidas se ven reforzadas por la redistribución radical del ingreso, los ricos también ganan porque los seres humanos evolucionaron para compartir. En las sociedades capitalistas modernas, la naturaleza humana está distorsionada por la competencia y la adquisición, lo que resulta en una gran frustración, agresión e infelicidad.2 La igualdad es la solución y beneficia a las personas en toda la sociedad, de arriba a abajo.
Este análisis pareció quitar la alfombra de debajo de los pies de los conservadores de los pequeños estados y los liberales del laissez-faire por igual. ¿Cómo podría alguien oponerse a la redistribución radical del ingreso si se puede demostrar, con evidencia científica, que aumenta la felicidad de todos?
…Pero cuando llegué a mirar la evidencia de Wilkinson y Pickett poco después de que se publicara The Spirit Level, pronto me di cuenta de que el libro está construido sobre los cimientos más endebles. No soy estadístico, pero sí entiendo las reglas básicas de correlación y regresión (los procedimientos en los que se basan los autores). Los errores estadísticos en The Spirit Level son obvios y fundamentales. O los comentaristas de izquierda y los expertos no se dan cuenta de esto, o no les importa.
…La distribución del ingreso es un tema legítimo para el debate político. Pero el debate no debe estar contaminado por estadísticas inestables y correlaciones espurias. Como sostuve en el Capítulo I, existen fuertes argumentos éticos a favor y en contra de una redistribución de ingresos más igualitaria, y es apropiado que estos argumentos sean transmitidos y examinados críticamente. Sin embargo, lo que no debe permitirse es que los científicos sociales se adelanten a este debate con afirmaciones espurias de que los problemas pueden resolverse mediante la manipulación de algunas estadísticas.
… Todo esto solo confirma mi creencia de que su libro es más una obra de propaganda que una ciencia social seria, ya que incluso cuando sus hallazgos han sido refutados, siguen repitiéndolos. Peter Saunders, When Prophecy Fails. 2011.
Hoy tenemos la versión 2.0 de El Capital de Marx, El Capital en el siglo XXI de Piketty. que ha tenido una amplia difusión mundial, con sus predicciones de un futuro de alta concentración de la riqueza y sus recomendaciones de política, que incluyen un impuesto mundial al capital y una alta tasa de impuesto sobre la renta.
A diferencia de Marx, Piketty no aboga por eliminar a los capitalistas, sino por confiscar la mayor parte de sus ganancias. Para la izquierda, provee la justificación teórica actualizada para su lucha contra el capitalismo.
“El Capital en el siglo XXI” es sin duda un gran libro -tanto en su extensión de 700 páginas, como en sus ambiciones – y es en muchas formas varios libros diferentes en uno: una revisión histórica de la evolución y composición del producto, el ingreso y el stock de capital de un grupo de países desarrollados desde el siglo XVIII; un tratado puramente teórico acerca de la dinámica de la [relación capital-ingreso] ( K / Y) en el muy largo plazo; una revisión de la evolución de la distribución del ingreso (especialmente de la concentración de los más ricos); y, por último, un compendio de la razón capital-ingreso y recomendaciones de política de alcance global.
… Piketty se acomete a mostrar como los ricos concentran su riqueza y cómo ha sido su evolución a través del tiempo. Además, el autor, al explicar las condiciones para que la desigualdad exista, persista, desaparezca y vuelva a existir, insiste que el origen de la desigualdad proviene de la riqueza heredada. En concreto, argumenta que habría dos formas de alcanzar una sociedad muy desigual. La primera es a través de una “sociedad híper patrimonial” o “sociedad de rentas”, en la primera la herencia es muy importante y la concentración es extrema, como por ejemplo, la Belle Époque en Francia. La segunda forma de alcanzar la desigualdad extrema fue creada en las últimas décadas en Estados Unidos y es explicada por las sociedades híper meritocráticas, de “súper estrellas” o de “súper manager”. Este tipo de sociedad se caracteriza por que algunos pocos reciben salarios muy altos. El rompecabezas parece completo, y la consecuencia evidente: … el mundo será cada vez más desigual, en palabras del autor: “una espiral desigualitaria” que podría poner en jaque la sociedad democrática. Frente a este preocupante futuro presenta una de las recomendaciones de su trabajo que más han llamado la atención: un impuesto global al capital. En un mundo globalizado, donde el capital se mueve de país en país, el autor estima que la única forma de gravarlo “adecuadamente” sería a través de un impuesto global, para el cual todos los países compartirían registros, de manera de conocer el patrimonio total de los individuos sin importar el lugar donde este pueda encontrarse invertido. Esto, tal como inmediatamente reconoce el autor, no es aplicable o realista en el contexto actual. Paulina Henoch, Francisco Klapp. “Resumen y Críticas a “El Capital en el Siglo XXI” de Thomas Piketty, 2015.
Más allá de las críticas a las conclusiones de Piketty en base a los datos utilizados, la crítica central que se le hace es ignorar en su obra el aumento del nivel de vida y la reducción de la pobreza en el mundo, centrándose en un análisis de la distribución de la riqueza en países desarrollados.
La primera de estas falencias es a nivel conceptual incluso antes de entrar en la pertinencia de sus modelos y proyecciones, expuesto con erudición en McCloskey (2014), es que el libro se preocupa exclusivamente por la desigualdad en la distribución de la riqueza y los ingresos, prácticamente olvidando el salto en el nivel de vida -sin precedentes- de la mayor parte de los ciudadanos, pero especialmente de los más pobres. En la lógica del autor, pareciese que “El Gran Enriquecimiento”, como denomina McCloskey al aumento del estándar material de vida que ha ocurrido en el mundo desde la revolución industrial, fuese prácticamente irrelevante y un fenómeno secundario en comparación al potencial aumento en la participación del capital que socavaría las bases de las democracias avanzadas (pero que aún no habría ocurrido).
A esto se agrega un segundo problema, Piketty parece estar sólo preocupado por la -aparente o potencial- desigualdad al interior de los países más ricos del mundo, olvidando que a nivel de los individuos el mundo parece ser un lugar cada vez más igualitario. La apertura del comercio mundial puede haber destruido empleos industriales en el mundo desarrollado, pero también ha logrado que cientos de millones de trabajadores del mundo en vías de desarrollo se integren a los mercados mundiales, con la consecuente reducción mundial de la más extrema pobreza. Sala-i-Martin (2006) y (2010) presenta distribuciones de ingreso a nivel mundial con una inequívoca conclusión: a nivel mundial se aprecia convergencia. Piketty nunca presenta su ética que justificaría el mirar sólo al interior de los países más prósperos del mundo, en desmedro de la humanidad completa, al estudiar el fenómeno de la desigualdad. Paulina Henoch, Francisco Klapp. “Resumen y Críticas a “El Capital en el Siglo XXI” de Thomas Piketty, 2015,
En efecto, el análisis concentrado en los países ricos no deja apreciar que la reducción de la pobreza se ha concentrado fuertemente en Asia Oriental, particularmente China por su tamaño. Cienes de millones ha salido de la pobreza en esos países, de modo que el “derrame” de riqueza ha sido desde occidente hacia oriente principalmente.
Una crítica aún más fuerte acusa a Piketty y otros destacados críticos de la desigualdad de sostener posiciones sesgadas en una publicación de mayo de 2019:
Piketty y Oxfam
… ¿Cuáles son sus motivos? Bueno, es una muy buena pregunta. Su motivo es sencillo. Esta es la nueva frontera ideológica, y por eso la considero como una cuestión que ahora necesita la mayor parte de la atención de los intelectuales, especialmente de los que nos preocupamos por las libertades [liberty] y la libertad [freedom] humana y el progreso humano y el bienestar humano. Pero permítanme decirles lo reprobables que son lo que yo llamo los adictos a la desigualdad – Piketty y Oxfam siendo los dos más famosos, pero por supuesto hay muchos otros. Observan mil millones de seres humanos que surgen de la indigencia. En ninguna parte de su literatura, en las 600 páginas de Piketty o en el sitio web de Oxfam, hacen una pregunta muy simple: ¿qué fue lo que llevó a esto? Si están interesados en la pobreza, ¿empezarán diciendo: dónde se ha aliviado más la pobreza, qué ha pasado, qué ha provocado esto? No tienen ningún interés en esa pregunta. Por el contrario, si hicieran esa pregunta, descubrirían que es debido a las políticas de libre mercado, la liberalización, la privatización, la reducción del gasto público, la reducción del papel del gobierno y la liberación de los mercados. Eso no les interesa, porque va en contra de su sesgo ideológico. Oxfam tiene la temeridad de decirle a los países del mundo cómo gravar y cómo distribuir la riqueza, especialmente en los países donde hay menos pobreza, los países a los que todos los más pobres del mundo quieren emigrar.
Este es el último tambor ideológico a batir para los oponentes de la libertad. Hasta hace poco era el cambio climático. Antes de eso eran debates anticuados: capitalismo versus socialismo. Esta es la nueva frontera ideológica. Están mintiendo sobre la desigualdad, generando – ni siquiera puedo llamarlo exageraciones. Es simplemente un idiota. Es una completa tontería. Leon Louw. “Should We Be Obsessed with “Inequality”? En “AOC is Wrong” por Tom Woods.
Piketty vuelve a la carga con un nuevo libro “Capital e ideología” recién publicado en septiembre de 2019 y que parece responder a Louw al afirmar que la desigualdad tiene un origen ideológico y político.
“La desigualdad no es económica ni tecnológica: es ideológica y política. Esta es quizás la conclusión más obvia de la investigación histórica presentada en este libro. En otras palabras, el mercado y la competencia, los beneficios y los salarios, el capital y la deuda, los trabajadores cualificados y no cualificados, los nacionales y los extranjeros, los paraísos fiscales y la competitividad, no existen como tales. Son construcciones sociales e históricas que dependen enteramente del sistema legal, fiscal, educativo y político que elegimos implementar y de las categorías que establecemos. Estas elecciones se refieren ante todo a las representaciones que cada sociedad tiene de la justicia social y de la economía justa, y de las relaciones de fuerza político-ideológicas entre los diferentes grupos y discursos implicados. Lo importante es que estas relaciones de fuerza no son sólo materiales: son también y sobre todo intelectuales e ideológicas. En otras palabras, las ideas y las ideologías importan en la historia. Permiten constantemente imaginar y estructurar nuevos mundos y ociedades diferentes. Múltiples trayectorias son siempre posibles.” ‘La desigualdad es ideológica y política’, afirma Piketty en su nuevo libro
La propuesta de Piketty, no tiene ninguna viabilidad razonable, por más que haya escrito 700 páginas de información y estadísticas que varios críticos han calificado de contener serios errores y sesgos. Hay que recordar que igualmente la voluminosa obra de Marx, que lleva casualmente el mismo nombre, tampoco pudo sostener como válidas las tesis centrales de sus teorías y mucho menos de sus recomendaciones que fueron probadas en la práctica y resultaron un descomunal fracaso.
En efecto, Piketty propone un impuesto mundial a la riqueza del 90% para repartirla. Esto lo dice en una entrevista:
Propone un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los más ricos. ¿Por qué el 90% y no expropiarlos?
R. El objetivo es hacer circular la propiedad, permitir que todo el mundo acceda a ella. El impuesto sobre la propiedad permitiría financiar una herencia para todos de 120.000 euros a los 25 años. Ahora la mitad de la población no posee patrimonio. Aunque uno tenga un buen diploma y un buen salario, puede que una parte importante del salario sirva para pagar toda la vida un alquiler a hijos de propietarios y carezca de medios para crear su propia empresa.
P. ¿Todos propietarios?
R. Quiero una sociedad en la que todo el mundo pueda tener algunos centenares de miles de euros, y en la que algunos que crean empresas y tienen éxito tengan unos millones de euros, quizá a veces unas decenas de millones de euros. Pero, francamente, tener varios centenares o miles de millones no creo que contribuya al interés general. Hoy tenemos muchos más ricos con mil millones o más en Estados Unidos que en los años sesenta, setenta u ochenta. Thomas Piketty: “Thomas Piketty: “Propongo un impuesto que permita dar a todo el mundo 120.000 euros a los 25 años”
En el Apéndice hay un artículo escrito por Piketty defendiendo su teoría y otro refutándola. En esta publicación pueden verse otras de las críticas: “Las mejores críticas al trabajo de Thomas Piketty sobre la desigualdad,
La propuesta ha sido rechazada por connotados economistas. No podía ser de otra forma, pues no tiene sustento en los principios de funcionamiento del sistema económico. Es una idea descabellada y puramente ideológica. Su objetivo es dar un sustento intelectual a los movimientos radicales en el mundo, guiados por la ideología y no por la ciencia. Cualquier economista, empresario grande o pequeño o en general, cualquier persona con sentido común y razonamiento lógico visualizaría el desastre que tal idea provocaría en el caso hipotético de llevarse a cabo: acabar con cualquier incentivo para nuevas inversiones y por tanto con el proceso de creación continua de riqueza.
Aunque tal propuesta es prácticamente imposible llevarla a cabo, sus consecuencias serían desastrosas. Se pararía la inversión en investigación y desarrollo que requiere de grandes sumas de dinero por largos períodos de tiempo. El ritmo de innovación tecnológica caería en picada. Especialmente, acabaría con las inversiones en proyectos grandes y empresas que requieren economías de escala para producir y vender en el mercado internacional. El mundo retrocedería a los mercados locales, donde las empresas pequeñas y medianas pueden sobrevivir. Sería el fin del comercio internacional y el regreso a la autarquía.
La propuesta es conformar un fondo de capital universal que daría a cada persona 120,000 euros al cumplir los 25 años. Una vez repartida la riqueza de los multimillonarios, esta se gastaría principalmente en consumo. Por un tiempo el aumento del consumo podría aumentar la producción, pero una vez agotado, las nuevas inversiones caerían estrepitosamente en el mundo y las economías se derrumbarían, incrementando el desempleo y la pobreza.
Por qué digo que es prácticamente imposible llevar a cabo tal propuesta?
El problema práctico es: ¿qué se va a repartir?. La mayor parte de esa riqueza no es dinero líquido. Son los activos de las empresas grandes. Son los activos de las empresas grandes. ¿Cómo se convertirían en liquidez para repartir? ¿Se van a repartir los activos de esas empresas grandes? ¿Las máquinas, equipos, instalaciones, patentes, acciones, etc.? ¿A quiénes se le venderán para convertirlo en dinero y luego distribuirlo? Tendrían que venderse muy por debajo de su valor. ¿Quiénes querrían comprar esos activos? Solamente otros igual de ricos y para utilizarlos para el mismo fin. Pero si son igual de ricos, ¿no serían también objeto del impuesto? De lo que se deduce que no habría nadie quien los comprara.
Como vimos antes, el valor de los activos en sí mismo no es riqueza que pueda consumirse, hasta que los mismos sean liquidados y siempre a un valor mucho menor del que tenían para el propietario. Piense en las ventas de bienes embargados por créditos no recuperados que los bancos hacen . Se venden a un menor valor y algunos no logran ser vendidos cuando no se encuentra alguien que ofrezca pagar por ellos. Eso indica que el valor depende de la necesidad y del uso que se le da al activo. En ese proceso de cambio de dueño, los activos pierden valor y se destruye riqueza.
Pero, para qué querría alguien comprar tales activos estando vigente una ley que prohíbe la acumulación de capital? No tiene sentido. No podrían venderse y la destrucción de riqueza es absoluta. También pregúntese, en el hipotético caso de que pudiera hacerse: ¿Qué pasaría con toda la gente que trabaja en esas empresas grandes reducidas a una fracción? Quedarían en el desempleo. ¿Qué pasaría con la producción de esas empresas al ser cercenadas y cuál el efecto en la oferta de bienes y servicios en todo el mundo? ¿Sabe usted cuántos y cuáles bienes y servicios que consume provienen de esas empresas, integradas en cadenas globales de valor con miles de otras pequeñas y medianas empresas? Ninguna empresa multinacional está integrada verticalmente como para producir autónomamente. En fin, es una completa locura sin pies ni cabeza. La producción sería mínima o cero pues desparecerían las escalas de producción que las hace funcionar. Su oferta de bienes y servicio desaparecería.
Tendría algún resultado benéfico confiscar, como propone Piketty, hasta un 90%, de esa riqueza invertida? Aunque teóricamente fuera posible repartir esa riqueza, que como vimos antes, no lo es, solo duraría para el tiempo en que todos a los que se la reparte la consuman. Tampoco sería mucho para cada uno. Piketty estima 120.000 euros. Pero la realidad es que las economías no tendrían capacidad para ofrecer en el mercado bienes de consumo para esa nueva demanda. Aunque suena maravilloso que se aumente el consumo de toda la población al contar con esa cantidad de dinero en sus manos, es imposible en la realidad. Veamos por qué.
Aun suponiendo que no pasaría nada, hay otro pequeño detalle, una verdad del tamaño de un elefante. Toda economía tiene una relación determinada entre el stock de bienes de capital y el de bienes de consumo que esos bienes de capital pueden producir. Si por efecto de la desafortunada propuesta mencionada estamos reduciendo el stock de bienes de capital al confiscar la riqueza invertida, el resultado será menos bienes de consumo disponibles, no más. Menos capital invertido significa menos producción. Y ya sabemos qué resulta de una demanda incrementada versus menor disponibilidad de bienes en el mercado: inflación, que al final convertirá los 120.000 euros en cero euros en muy poco tiempo. El balance final será cero aumento en el consumo de las personas y destrucción de la capacidad productiva, que en el mediano plazo significa aumentar el nivel general de pobreza.
Un análisis sobre esta relación entre bienes de capital y de consumo y la desigualdad inherente a la misma puede verse en el artículo del cual extraigo el siguiente párrafo.
“La única forma de crear más bienes de consumo es crear más bienes de capital, y a medida que la economía crece, se deben producir más bienes de capital en comparación con los bienes de consumo. Esos bienes de capital son propiedad de alguien, ya sea un pequeño número de personas ya ricas, personas recientemente ricas o un gran número de inversores de clase media. No es necesariamente el caso de que esto produzca más desigualdad en el patrimonio neto, pero puede deberse a que la capacidad de producir bienes de capital y bienes de consumo no se distribuye de manera uniforme: los que son buenos en esto terminan teniendo más.” Robert Blumen. La desigualdad es exagerada y sobrevalorada.
Otro asunto sería no confiscar la riqueza, ya que es a todas luces impráctico y autodestructivo, sino gravar más los ingresos de los más ricos. Pero de nuevo, ¿quiénes son esos? Las mismas empresas de las que estamos hablando. Actualmente, en términos absolutos, son los mayores contribuyentes al fisco. Aumentarles el impuesto a los ingresos, digamos de 30% a 60%, solo ocasionaría frenar el proceso de inversión, ya que se reduce el incentivo para invertir, con el consecuente impacto negativo en el crecimiento económico a mediano y largo plazo y en la reducción de pobreza, que es lo que importa al final.
Para ilustrar sobre el tema de los impuestos a los ingresos y sus consecuencias, transcribo estos párrafos de Dan Mitchel sobre el tema.
“Cuando los políticos intentan castigar a los ricos, somos los demás los que pagamos el precio. Como Winston Churchill dijo “para una nación, ponerse impuestos para prosperar, es como un hombre parado en un balde y tratando de levantarse de la agarradera”.
En segundo lugar, las altas tasas impositivas sobre los ricos no generarán muchos ingresos. Como explicamos en nuestra serie de videos sobre la curva de Laffer, las altas tasas impositivas desalientan a las personas a trabajar ahorrando e invirtiendo. Esto significa que producen menos ingresos imponibles. Las altas tasas impositivas también alientan a las personas a esconderse en refugios fiscales y declarar sus ingresos de manera insuficiente. Y esta evasión fiscal también reduce los ingresos imponibles. Y si los ingresos imponibles caen lo suficiente, pueden compensar por completo el impacto de la tasa impositiva más alta, lo que significa menos ingresos.
Veamos un ejemplo del mundo real: en 1980, cuando las personas ricas fueron golpeadas con una tasa impositiva del 70%, los datos del IRS muestran que las personas que ganaron más de $ 200,000 reportaron 36 mil millones en ingresos y pagaron 19 mil millones en impuestos. Para 1988, cuando la tasa impositiva cayó al 28%, la cantidad de ingresos reportados por encima de 200,000 saltó a más de 350 mil millones de dólares, y las personas ricas pagaron 99 mil millones en impuestos, cinco veces más que cuando la tasa impositiva era mucho más alta.
En la mayoría de los casos, aunque los aumentos de impuestos conducen a más ingresos, pero no tanto como los políticos esperan, lo que plantea la pregunta de por qué están dispuestos a imponer un gran daño a la economía, cuando obtienen tan pocos ingresos.
Por supuesto, a veces a los políticos les gustan las tasas impositivas más altas únicamente por razones de rencor. El presidente Obama dijo durante la campaña, por ejemplo, que quería aumentar la tasa de impuestos sobre las ganancias de capital incluso si el gobierno recaudaba menos dinero.
Tercero, las tasas impositivas más altas sobre los ricos no ayudarán a la clase pobre. Los tipos de la guerra de clases asumieron erróneamente que la economía es un pastel fijo, por lo que alguien como Bill Gates o Tiger Woods está ganando una gran cantidad de dinero, lo que significa que el resto de nosotros obtiene menos.” Dan Mitchell. Five Key Reasons to Reject Class-Warfare Tax Policy.
A continuación el segmento del video con las palabras de Dan Mitchell y de la campaña de Obama al que se refiere.
¿Escuchaste a Obama? Gravar más a los ricos no es para el propósito de recaudar dinero para aumentar los ingresos del gobierno (porque no hay tal ingreso de ganancias sino pérdidas). Es solo por “justicia social”,
En pocas palabras, para apaciguar los sentimientos de los envidiosos.
Pero no es así como funciona el mundo real. La mejor manera de ayudar a los pobres es un crecimiento más rápido. El gráfico muestra que el PIB percápita ha aumentado dramáticamente con el tiempo. Algunas personas, por supuesto, se enriquecen más rápido que otras en una economía dinámica, pero eso no tiene nada de malo, si las personas ganan dinero con honestidad.
Aún así, en las democracias, la presión que la mayoría, los que están en los niveles bajos de ingresos, ejercen sobre los gobiernos, termina por hacer muy necesario el análisis de cuál es el balance óptimo entre crecimiento económico y desigualdad.
Como se mencionó al inicio de este artículo, “Podemos usar el sistema del gobierno, los impuestos y las transferencias para trasladar los ingresos de los ricos a los pobres, pero ese sistema es un “cubo con fugas”. Parte del dinero se pierde a medida que se mueve. Esta filtración no debería impedirnos tratar de redistribuir, … porque valoramos la igualdad. Pero debido a que también nos preocupa la eficiencia, la filtración nos detendrá antes de igualar completamente los recursos económicos.”
La ineficiencia del Estado es histórica. Hay Estados más eficientes que otros en el manejo de los recursos. Eso depende en buena parte de la cultura. de cada país. Las evidencias de que el Estado en América Latina es un gran despilfarrador de recursos salieron a luz con la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de su informe insignia “Mejor Gasto para Mejores Vidas. Cómo América Latina y el Caribe puede hacer más con menos” (2018) que muestra que cada año, la ineficiencia en el gasto de los Gobiernos de América Latina y el Caribe genera un despilfarro total de 220.000 millones de dólares, el equivalente a un 4,4% del PIB. «Esa cifra, bien invertida, sería suficiente para acabar con la pobreza extrema en la región» asegura Alejandro Izquierdo, economista jefe del BID. Para ampliación sobre este tema ver: El Estado, un problema o solución?
El marco formal que utilizan los economistas modernos para abordar este problema es el propuesto por Mirrlees (1971). En el modelo estándar de Mirrlees, las personas obtienen la utilidad del consumo C y la desutilidad del esfuerzo de trabajo L. Difieren solo de acuerdo con su productividad W. En ausencia de la redistribución del gobierno, el consumo de cada persona sería WL. Aquellos con mayor productividad tendrían mayor consumo, mayor utilidad y menor utilidad marginal. Luego, el gobierno se presenta como un planificador social benevolente con el objetivo de maximizar la utilidad total en la sociedad (o, a veces, una función de bienestar social más general que podría depender de manera no lineal de las utilidades individuales). El planificador social quiere mover los recursos económicos de aquellos con alta productividad y baja utilidad marginal para aquellos con menor productividad y mayor utilidad marginal. Sin embargo, esta redistribución es difícil de lograr, porque se supone que el gobierno no puede observar la productividad W; en cambio, solo observa ingresos WL, el producto de la productividad y el esfuerzo. Si redistribuye los ingresos demasiado, los individuos de alta productividad comenzarán a actuar como si fueran individuos de baja productividad. Los formuladores de políticas públicas se ven forzados a renunciar al primer resultado igualitario para una segunda mejor solución compatible con incentivos. Al igual que un gobierno armado con el cubo con fugas de Okun, el planificador social mirrleesiano se redistribuye hasta cierto punto, pero también permite que permanezca cierta desigualdad.
En particular, la redistribución óptima depende del grado en que el esfuerzo laboral responda a los incentivos. Si la oferta de esfuerzo es completamente inelástica, entonces el balde no tiene fugas y el planificador social puede alcanzar el resultado igualitario. Si la elasticidad es pequeña, el planificador social puede acercarse. Pero si el esfuerzo laboral responde sustancialmente a los incentivos, entonces el cubo es más como un tamiz, y el planificador social debería intentar una redistribución escasa o nula. Por lo tanto, mucho debate entre los economistas sobre la redistribución óptima se centra en la elasticidad de la oferta laboral. N. Gregory Mankiw. Defending the One Percent. 2013.
Esa elasticidad del esfuerzo depende mucho de la cultura. Hay sociedades donde se valora más el ocio, el goce del tiempo libre en el presente y el consumo inmediato, y hay otras donde se valora más el trabajo y el ahorro para el futuro. Incrementos en la tributación a los ingresos de negocios y capital tendrán menor efecto en las primeras y causarán mayor desincentivo en las segundas. También, el efecto será distinto en sociedades más homogéneas o más heterogéneas. En las primeras, el impuesto se percibe más como una contribución con la que se está de acuerdo, mientras que en la segunda, se percibe más como una obligación impuesta con la que poco se está de acuerdo.
También depende del grado de confianza que los agentes económicos tienen en la eficiencia del manejo de los recursos por parte del Estado. Si la percepción es que existe mucha filtración por corrupción y uso inefectivo de los recursos en la redistribución hacia los sectores de menores ingresos, hay mayor resistencia a los impuestos y mayor nivel de evasión fiscal. Dependerá entonces de cuántos y qué tan grandes sean los huecos del balde en el ejemplo de Okun que ocasionan la fuga de recursos.
De ahí que no hay recetas que funcionen igual para todos los países, cuando se trata de determinar el nivel impositivo óptimo que no perjudique el crecimiento de la economía.
Intentar reducir la desigualdad de ingresos y de riqueza cuando esta proviene de las ganancias que las empresas logran en el mercado de manera legítima, solo sirve para apaciguar el sentimiento de envidia de los que propugnan por reducirla. No sirve para asegurar el crecimiento económico y sacar a las personas de la pobreza.
En resumen, la gran mayoría de los ataques a la desigualdad de ingresos y a la concentración de la riqueza tienen más bien un origen ideológico y carecen de un análisis científico integrado que permita abordar el tema de manera racional, para llegar a definir políticas y líneas de acción viables que conduzcan a elevar el nivel de vida de todos.
(Este es un segmento del artículo El factor cultural como explicación del desarrollo económico)