“El Capital en el siglo XXI” es sin duda un gran libro -tanto en su extensión de 700 páginas, como en sus ambiciones – y es en muchas formas varios libros diferentes en uno: una revisión histórica de la evolución y composición del producto, el ingreso y el stock de capital de un grupo de países desarrollados desde el siglo XVIII; un tratado puramente teórico acerca de la dinámica de la razón capital-ingreso ( K /Y ) en el muy largo plazo; una revisión de la evolución de la distribución del ingreso (especialmente de la concentración de los más ricos); y, por último, un compendio de recomendaciones de política de alcance global.
La obra, que comienza con una definición de las variables relevantes (PIB, Ingreso, Capital) que estudiará y sobre las que eventualmente construirá sus conclusiones, rápidamente y con cierta grandilocuencia, presenta lo que el autor denomina “La Primera Ley Fundamental del Capitalismo”, la participación de las rentas del capital dependen de la rentabilidad y la cantidad relativa del mismo, la cual denota con la formula:
α = r * β
Donde α es la participación del capital en el ingreso nacional (“lo que se llevan del ingreso nacional los capitalistas”), β la razón capital-ingreso (K /Y ), y r la tasa de retorno (neta) del capital. Naturalmente se trata de una identidad contable más, pero que jugará un importante rol en la narrativa que construirá el autor.
Al definir capital supone:
Capital Nacional= Tierra Agrícola + Viviendas + Otro Capital Doméstico + Capital Neto Extranjero
Donde las Viviendas incluyen el terreno sobre el cual son construidas; Otro Capital Doméstico incorpora las construcciones y terrenos usados en negocios maquinaria, computadores, patentes y otros; y Capital Neto Extranjero, que se refiere a propiedad de nacionales sobre activos en el extranjero menos los activos de extranjeros en el país
Tras esto se introduce otro de los elementos que definirán las conclusiones y preocupaciones del autor en lo que resta del libro: sus proyecciones para el escenario central del crecimiento mundial del producto y la población para el siglo XXI. Éstas son construidas por Piketty a partir de las tasas de crecimiento de la población estimadas por Naciones Unidas, además de suponer un proceso de convergencia para el crecimiento de los países menos desarrollados que implica que en 2050 igualarían la velocidad de crecimiento del mundo desarrollado –frontera tecnológica-, la cual el autor estima ligeramente por encima del 1%, basado en sus largas serie de datos. Aquí nos aclara Piketty, como hará repetidas veces a través del libro, que las elevadas tasas de crecimiento observadas especialmente desde 1950, son absolutamente irrepetibles y excepcionales, pues no son más que un fenómeno de convergencia de Europa con EE.UU. tras la destrucción de la I° y II° Guerra Mundial, a lo que se ha sumado el proceso de convergencia de las economías menos desarrolladas como China y Asia Emergente.
Habiendo presentado la evolución de la razón capital-ingreso, y para intentar responder la pregunta respecto al comportamiento de ésta en el largo plazo, postula lo que denomina “La Segunda Ley Fundamental del Capitalismo”, la cantidad relativa de capital dependerá del ahorro e inversamente del crecimiento, que define como:
β = s / g
Donde β, al igual que en la “Primera Ley”, es la razón capital-ingreso; es la tasa de ahorro neta como porcentaje del ingreso y es la tasa de crecimiento real de la economía. Así, un país donde s = 12% y g = 2%, convergería a β = 6.00%.
Para testear su teoría, el autor, se enfoca especialmente en el período de aumento en el stock de capital … ocurrido desde los años 70 en una serie de países desarrollados, los cuales con una combinación de bajo crecimiento económico y relativamente alto ahorro, serían a grandes rasgos consistentes con la “Segunda Ley”.
Así, armado con sus dos “Leyes” (α = r * β y β = s / g) y habiendo presentados series históricas y estimaciones para s y g (y por lo tanto β), comienza su indagación respecto a las últimas dos variables faltantes: α y r .Para esto, el autor presenta series desde fines del siglo XIX, tanto para α, la participación del capital en el ingreso, como 1 – α , la participación del trabajo, para Francia como Inglaterra.
Con estas series es capaz de despejar a partir de α = r * β, “el retorno promedio real – r -” del capital. Aquí Piketty reflexiona en torno a los elementos que definen la tasa de retorno r en el tiempo, a saber, la tecnología y la abundancia (o escasez) relativa de capital, lo que podría resumirse como el producto marginal del capital, es decir, el producto adicional que se obtiene de una unidad adicional de capital.
Y, tal como lo plantea el autor, la pregunta relevante no es respecto a si existen retornos decrecientes para el capital, lo que es bastante esperable, sino cuán rápido estos se manifiestan. Aquí apoyado en su trabajo previo, el autor asevera que aumentos importantes en la cantidad de capital prácticamente no afectarían la rentabilidad del mismo, puesto que siempre habría muchos usos, especialmente en el largo plazo.
A esta altura, el autor ya tiene su instrumental listo para adelantar conclusiones en un mundo donde g es bajo, s es relativamente constante, el ratio K /Y será alto y dado que r es relativamente insensible, la participación del capital no hará más que crecer (figura 5.8). Ahora, si el capital estuviera atomizado o cambiara sistemáticamente de manos, esto sería irrelevante.
Con esto en mente, Piketty se acomete a mostrar como los ricos concentran su riqueza y cómo ha sido su evolución a través del tiempo. Además, el autor, al explicar las condiciones para que la desigualdad exista, persista, desaparezca y vuelva a existir, insiste que el origen de la desigualdad proviene de la riqueza heredada. En concreto, argumenta que habría dos formas de alcanzar una sociedad muy desigual. La primera es a través de una “sociedad híper patrimonial” o “sociedad de rentas”, en la primera la herencia es muy importante y la concentración es extrema, como por ejemplo, la Belle Époque en Francia. La segunda forma de alcanzar la desigualdad extrema fue creada en las últimas décadas por Estados Unidos y es explicada por las sociedades híper meritocráticas, de “súper estrellas” o de “súper manager”. Este tipo de sociedad se caracteriza por que algunos pocos reciben salarios muy altos. El rompecabezas parece completo, y la consecuencia evidente: mientras haya r > g el mundo será cada vez más desigual, en palabras del autor: “un espiral desigualitario” que podría poner en jaque la sociedad democrática. Frente a este preocupante futuro presenta una de las recomendaciones de su trabajo que más han llamado la atención: un impuesto global al capital. En un mundo globalizado, donde el capital se mueve de país en país, el autor estima que la única forma de gravarlo “adecuadamente” sería a través de un impuesto global, para el cual todos los países compartirían registros, de manera de conocer el patrimonio total de los individuos sin importar el lugar donde este pueda encontrarse invertido. Esto, tal como inmediatamente reconoce el autor, no es aplicable o realista en el contexto actual.
Frente a este preocupante futuro presenta una de las recomendaciones de su trabajo que más han llamado la atención: un impuesto global al capital. En un mundo globalizado, donde el capital se mueve de país en país, el autor estima que la única forma de gravarlo “adecuadamente” sería através de un impuesto global, para el cual todos los países compartirían registros, de manera de conocer el patrimonio total de los individuos sin importar el lugar donde este pueda encontrarse invertido. Esto, tal como inmediatamente reconoce el autor, no es aplicable o realista en el contexto actual.
Piketty plantea dos objetivos para este nuevo gravamen: uno redistributivo y otro de incentivos.
El primero de éstos, se basa en la noción del autor de que al gravar con impuestos personales, sin importar cuán progresivas las tasas sean, sólo se logra afectar la parte de los ingresos efectivamente retirados o distribuidos por el dueño del capital. Así, en busca de mayor progresividad un sistema -de acuerdo a Piketty- debería combinar un impuesto global al capital, el cual plantea podría alcanzar incluso el 10% anual para las mayores fortunas, además de un impuesto progresivo que alcance tasas “confiscatorias” para salarios considerados exorbitantes, complementado con un impuesto progresivo a la herencia. Aquí el autor olvida por completo la existencia de impuestos a las utilidades de las empresas en las que el capital está invertido, más allá de los impuestos personales.
En cuanto al segundo objetivo, los incentivos, de acuerdo a Piketty un impuesto al stock de capital obliga a sus dueños a buscar los mejores usos para el mismo. Así, continúa el autor, el impuesto resultaría mucho más oneroso para una persona que se queda “cómodamente” con una rentabilidad del 2% ó 3%, mientras que un emprendedor que obtiene el 10%, sortearía mejor este impuesto. De acuerdo a esta lógica, el autor estima que el capital terminaría en los inversionistas más dinámicos, puesto que los que no obtengan suficiente retorno deberán ir vendiendo gradualmente sus activos para ir pagando el nuevo impuesto al capital. En este punto el autor matiza, afirmando que el retorno no sólo depende del talento del manager sino también de diversos shocks económicos, y que así este impuesto pondría demasiada presión sobre empresas con resultados negativos, sea cual sea la razón de los mismo, y por eso es importante que conviva con un impuesto a la renta.
Adicionalmente, el autor valora que un sistema unificado mundial para estimar la riqueza de los individuos que permita cobrar este impuesto, expondría al capital a lo que este denomina “escrutinio democrático”. Lo que teoriza, permitiría a las personas mejorar sus decisiones respecto al tipo de sociedad y sistema tributario con el que desean vivir.
[Hay varias críticas a la obra, aseveraciones y propuestas de Piketty, por ejemplo:]La primera de estas falencias es a nivel conceptual incluso antes de entrar en la pertinencia de sus modelos y proyecciones, expuesto con erudición en McCloskey (2014), es que el libro se preocupa exclusivamente por la desigualdad en la distribución de la riqueza y los ingresos, prácticamente olvidando el salto en el nivel de vida -sin precedentes- de la mayor parte de los ciudadanos, pero especialmente de los más pobres. En la lógica del autor, pareciese que “El Gran Enriquecimiento”, como denomina McCloskey al aumento del estándar material de vida que ha ocurrido en el mundo desde la revolución industrial, fuese prácticamente irrelevante y un fenómeno secundario en comparación al potencial aumento en la participación del capital que socavaría las bases de las democracias avanzadas (pero que aún no habría ocurrido).
A esto se agrega un segundo problema, Piketty parece estar sólo preocupado por la -aparente o potencial- desigualdad al interior de los países más ricos del mundo, olvidando que a nivel de los individuos el mundo parece ser un lugar cada vez más igualitario. La apertura del comercio mundial puede haber destruido empleos industriales en el mundo desarrollado, pero también ha logrado que cientos de millones de trabajadores del mundo en vías de desarrollo se integren a los mercados mundiales, con la consecuente reducción mundial de la más extrema pobreza. Sala-i-Martin (2006) y (2010) presenta distribuciones de ingreso a nivel mundial con una inequívoca conclusión: a nivel mundial se aprecia convergencia. Piketty nunca presenta su ética que justificaría el mirar sólo al interior de los países más prósperos del mundo, en desmedro de la humanidad completa, al estudiar el fenómeno de la desigualdad.
… Acemoglu y Robinson (2014) demuestran la desigualdad parece estar más vinculada a trayectorias institucionales, más que a la fuerza de r>g. …Al comparar las medidas de participación, tanto del 1% como del 5% superior, con otras medidas de desigualdad, que son dos series para el índice de Gini, la historia de la desigualdad parece no estar relacionada con las supuestas leyes generales del capitalismo y los cambios en r y g, sino más bien a los cambios institucionales, donde el punto de inflexión fue el proceso de democratización.
… Según Acemoglu y Robinson (2014) son las instituciones económicas los determinantes de la desigualdad a lo largo de la historia y más aún en la actualidad. También influyen, a través de la regulación de los precios y de la estructura del mercado, a través de impuestos, o por el impacto de la capacidad de negociación de los diferentes factores de la producción y las personas, los bienes y precios de los factores.
… Por último, es discutible la implicancia entre r-g y un bajo crecimiento. Acemoglu y Robinson muestran que el crecimiento responde de manera endógena a otras variables tales como tecnología, instituciones y otros procesos, más que una simple relación estadística.
… Piketty continúa -al menos en un comienzo- su excelente trabajo reconstruyendo la evolución histórica de variables económicas relevantes, en este caso: las tasas marginales máximas de impuesto a la renta, las herencias y la carga tributaria. Sin embargo, rápidamente pasa a presentar recomendaciones de política que poco tiene que ver con los datos históricos presentados en las tres secciones anteriores, o siquiera con sus -equivocadas-predicciones acerca del siglo XXI.
[Respecto a la propuesta sobre gravar el capital y que una consecuencia de esto es que el capital terminaría en los inversionistas más dinámicos, también provocaría que el capital se concentre en financiar operaciones especulativas de alto rendimiento en lugar de buena parte de la producción donde los rendimientos son menores].…Si realmente está aumentando la desigualdad al interior de los países, lo que no resulta demasiado claro a partir de los datos de Piketty, y si la desigualdad y no la pobreza es el problema más apremiante, una solución adecuada debe corregir el problema de fondo que como hemos visto poco tiene que ver con r > g. Estudios como los de Goldin y Katz (2010) o Berman, Bound y Machin (1998), sugieren de manera convincente que las desigualdades, en EE.UU. y otros países desarrollados se atribuyen más bien a un cambio tecnológico que ha aumentado el premio para los más educados. Para lo cual la respuesta es indudablemente un mayor acceso a educación que se complemente con el cambio tecnológico y no un impuesto al capital.
Paulina Henoch, Francisco Klapp. Resumen y Críticas a “El Capital en el Siglo XXI” de Thomas Piketty, 2015,