Se conoce como marxismo cultural a un conjunto de ideas que tienen su base en la teoría marxista pero que desechan algunos de los dogmas del materialismo histórico y la teoría social de Marx.
El marxismo cultural rompe con el dogma marxista clásico de que el cambio del sistema capitalista a uno socialista solo podría realizarse con la maduración de condiciones económicas debido al desarrollo de las fuerzas productivas e introduce la estrategia del cambio de sistema mediante el cambio de superestructura ideológica, esto es, de las ideas, creencias, valores, normas de comportamiento predominantes en la sociedad, en una palabra, de su cultura.
“Las iteraciones populares del marxismo cultural se revelan en el uso casual de términos como “privilegio”, “alienación”, “mercantilización”, “fetichismo”, “materialismo”, “hegemonía”, “patriarcado”, “superestructura”. Como escribió Zubatov para Tablet, “Es un paso corto desde la “hegemonía” de Gramsci hasta los memes tóxicos ahora ubicuos de “patriarcado”, “hetero normatividad”, “supremacía blanca”,…“ Allen Mendenhall en El marxismo cultural es real.
A esos agregaría otros como “consumismo”, “obsolescencia programada”, “discriminación”, “opresión”, “fundamentalismo” ya sea religioso, liberal, o cualquier otro enemigo, y hay más. En América Latina particularmente, el secular antiimperialismo y “el imperio” pertenecen al lenguaje de estos grupos.
“A lo largo de la historia nuestra civilización ha estado bajo asedio y ataques constantes. Los métodos han evolucionado, ya no es la invasión frontal de un imperio islámico, sino un ataque sutil de la izquierda perpetrado por elementos de nuestra misma sociedad motivados por ideas violentas e irracionales. Lo “políticamente correcto” es el método, y el instrumento son estos grupúsculos de salvajes que dicen representar a minorías, supuestamente marginadas. Venden la idea de que tener éxito en la vida no depende de tus acciones, sino de nacer con cierto color de piel, estatus social o sexo.
A estos salvajes les amenaza la mera existencia de los blancos, “por ser descendientes de esclavistas”; de los hombres, “por el sistema opresivo patriarcal”; de los heterosexuales, porque “han oprimido” a las lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, intersexuales, queer, asexuales y cuantos mas términos quieran inventar; de los judeo-cristianos, por ser co-responsables de todo lo que es hoy occidente. El único camino a la expiación es que renuncies a tu fe, “deconstruyas” tu género, menosprecies la masculinidad y te arrodilles por haber nacido blanco.
Esta neo inquisición ha invadido toda nuestra cultura. El bombardeo contra occidente es tan agresivo como el de Pearl Harbor. Se apalancan en los famosos, en los medios de comunicación tradicionales y en la industria mafiosa del entretenimiento para impregnar a cuantos puedan con sus ideas disfrazadas de causas nobles.” Alexis Paredes. Cómo la izquierda quiere acabar con la civilización Occidental
En Europa y en todo el continente americano, los “anti sistema”, es decir, todos los que adversan el sistema de mercado, han penetrado y se confunden como parte de diferentes tipos de movimientos sociales, llámense anti-racistas, anti-fascistas, feministas, movimientos pro LGTB, progresistas, ecologistas o ambientalistas, muchas veces distorsionando los objetivos genuinos y originales de estos movimientos. Los marxistas, neo marxistas, o socialistas han logrado imponer, en mayor o menor grado, su agenda anti sistema en ellos, de modo que todos tienen en común el mismo objetivo: acabar con el sistema “opresor”. Es así que participan de diferentes conflictos, construyendo nuevos antagonismos y ampliando el alcance de sus objetivos.
Es al italiano Antonio Gramsci a quien se le atribuye el esquema que ha servido de base al movimiento cultural marxista en el mundo occidental. La estrategia que Gramsci desarrolló
“no era una refutación de la revolución como tal, sino sólo una táctica diferente ̶una táctica que requería la infiltración de organizaciones influyentes que integran la sociedad civil. Gramsci comparó esas organizaciones con las “trincheras”, desde donde se llevaría a cabo la guerra posicional.
Gramsci habló de organizaciones que incluían a iglesias, organismos de caridad, medios de comunicación, escuelas, universidades y el poder “económico empresarial” como organizaciones que necesitaban ser invadidas por pensadores socialistas.
Aquí él se estaba refiriendo a una nueva voluntad colectiva entre las masas, que coincide con tener a la gente correcta en las posiciones estratégicas de la sociedad civil y de las burocracias estatales.
… la “larga marcha a través de las instituciones” es un intento deliberado de crear las mejores condiciones para el derrocamiento final de nuestra sociedad de propiedad privada. Su éxito sería un desastre. Bradley Thomas. Antonio Gramcsi: padrino del marxismo cultural
Y qué propone Gramsci? Pues que el Estado puede ser permeado desde la sociedad civil y que, en todo caso, su destrucción como “organismo al servicio de la clase dominante” no se agota en la destrucción del Ejército y de la burocracia al modo que Lenin proponía, sino fundamentalmente en la destrucción de la “concepción del mundo” que produce y reproduce el Estado para el mantenimiento de su hegemonía cultural, y su reemplazo por una nueva. Gramsci está proponiendo, en una palabra, dar una lucha cultural que socave la hegemonía ideológica de la “clase dominante” adueñada del Estado.
Dos de esos intelectuales que abandonaron y reinterpretaron los dogmas marxistas clásicos, fueron el argentino Ernesto Laclau y su mujer Chantal Mouffe.
… El post-marxismo de Laclau y Mouffe tiene centro en la supresión del concepto de “clase social” como elemento teórico relevante para la izquierda…. ponen el acento en la construcción discursiva de los sujetos. ¿Qué significa esto? Pues que los discursos ideológicos pueden dar origen a nuevos agentes de la revolución. Simplificando un poco: hay que fabricar y difundir relatos que vayan generando conflictos funcionales a la causa de la izquierda.
De lo que se trata es de abordar la democracia liberal y radicalizar su componente igualitario a tal punto que aquélla termine siendo diezmada desde su propio seno; que sea barrida por su propia lógica; destruir la democracia desde adentro, y no desde afuera. Ese objetivo termina de evidenciarse en el subsiguiente libro de Laclau: “La razón populista”. Nicolás Márquez y Agustín Laje. El Libro Negro de la Nueva Izquierda. Unión Editorial | Centro de Estudios LIBRE. 2016.
Más recientemente, entre los intelectuales que no se confiesan abiertamente como post marxistas pero que para efectos prácticos levantan las mismas banderas, tenemos personajes influyentes como Noam Chomsky, lingüista, quien recientemente dijo que la primera gran lección de la pandemia actual es que nos enfrentamos a “otro fracaso masivo y colosal de la versión neoliberal del capitalismo”; Joseph Stiglitz, economista estadounidense, recientemente escribió un artículo en el que dice que “La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino.”; Thomas Piketty, economista francés, en su libro “Capital e Ideología”, dice que “la desigualdad tiene un origen ideológico y político” y que debe imponerse un impuesto del 90% sobre los más ricos; El teórico alemán Heinz Dieterich, ex asesor de Chávez y célebre académico del “socialismo del Siglo XXI”, escribe que no se trata de la búsqueda de un mítico “sujeto de liberación predeterminado, sino del reconocimiento de que los sujetos de liberación serán multiclasistas, pluriétnicos y de ambos géneros”; el filósofo y ex guerrillero boliviano Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia, hace hincapié en la cuestión indigenista en concreto, y explica esta traslación del sujeto revolucionario dada entre el histórico “obrero explotado” al actual “indígena colonizado” a través del hilo conductor del marxismo.
El movimiento feminista también ha sido utilizado por los marxistas culturales que proponen acabar con el “patriarcado” a través de una revolución social. El segmento ateo identifica a la Iglesia Católica como un bastión de ese “patriarcado”. Las quemas de iglesias en Chile en 2019 mostraron el grado de violencia al que llegan a recurrir. Una ideóloga marxista dice que
“… La crisis estructural del capitalismo y su desesperada búsqueda de nichos de beneficio saca otra vez a escena nuevas/viejas formas de acumulación de capital en el que las relaciones de opresión y explotación se entrecruzan: esclavismo, patriarcado, racismo, dominación cultural y lucha de clases.
La lucha internacionalista que inevitablemente se enfrenta a vida o muerte a la necesidad de destruir el capitalismo y construir el socialismo debe ser obrera, mujer, de todas las razas y de los pueblos por sus derechos nacionales.” Ángeles Maestro. Feminismo marxista. Notas acerca de un proceso en construcción. 2013.
En la lucha contra el capitalismo, uno de los frentes es dirigido a borrar la memoria histórica y en ese empeño eliminar las referencias a las figuras destacadas que hicieron aportes en diversos campos políticos, culturales o económicos, claro está, a excepción de Marx y sus herederos.
Tan reciente como en septiembre de 2020, la Universidad de Edimburgo cambió el nombre de la Torre David Hume, uno de los pensadores clave de la filosofía occidental, por el de George Floyd, un ciudadano negro muerto por policías, “por puntos de vista ‘racistas’” según una publicación de BBC News. En este caso, como en muchos otros, la regla del relativismo cultural en la historia no se aplica a conveniencia del progresismo.
En España, una publicación anunció que el grupo parlamentario del partido Vox presentó una propuesta para derogar la Ley de Memoria Histórica, “por considerar que se trata de un texto «liberticida» que supone un «ataque directo a la libertad ideológica individual», ya que busca «señalar a buenos y malos» en la Historia de España y, en definitiva, persigue «ir liquidando paulatinamente el régimen constitucional».
…Para Vox, la norma impulsada en su momento por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que ahora el PSOE quiere ampliar es un «atentado contra la libertad política, de pensamiento y de cátedra» y «un instrumento para enfrentar y dividir a los españoles con una visión obligada de buenos y malos»”.
Otra práctica relacionada va dirigida a falsear los hechos para acomodarlos a la conveniencia de la izquierda, como atribuirse “… todos los progresos políticos y sociales imaginables, desde la seguridad social, al voto universal, la abolición del trabajo infantil y las vacaciones pagadas. Orwell predijo que se acabarían atribuyendo el invento del helicóptero, yo no lo he oído, pero todo llegará. Olvidan que esas conquistas, cuando lo son y muchas veces es el caso, han sido implantadas por gobiernos conservadores (y para negarlo se ha inventado la memoria histórica, están en todo) o bien por acuerdos entre unos y otros, que es lo bueno.” Conservadores y progresistas.
El marxismo cultural es entonces una transformación de la teoría marxista clásica para perseguir el mismo fin, la colectivización de la sociedad mediante la destrucción de la democracia, la propiedad individual y el libre mercado. Las revoluciones mediante luchas guerrilleras o golpes de estado ya no son aceptados por la comunidad internacional como medios legítimos para hacerse del poder. De ahí que la izquierda ha estado usando a movimientos sociales de diferentes tipos para alcanzar el mismo objetivo. El lobo disfrazado con piel de oveja.
Arturo J. Solórzano
Junio, 2020
Cinco meses después…
“Las conjuras para acabar con el mal sueño que era la presidencia de Trump para “el establishment” habían comenzado nada más superarse la conmoción de la derrota en noviembre de 2016. Para la fecha de la toma de posesión ya planeaban acciones para acabar con el mandato aun no comenzado. Para la historia quedan todas las tramas, escándalos, leyendas y fabricaciones producidas por la administración contra el presidente al que debían lealtad y servicio.
Pero nunca nadie ha dirigido el sistema siendo tan ajeno al mismo como Donald Trump.
Y ha sido precisamente este intruso el que ha desenmascarado la profunda transformación del sistema que ya está prácticamente conquistado por una Nueva Clase, parafraseando a Milovan Djilas en su denuncia de 1957 sobre la Nomenklatura comunista. El sistema de poder en Washington, es decir ese “lodazal” o “pantano” que Trump prometió drenar y que es el que intenta destruirle a él desde 2016, está ya en poder de las elites surgidas de las universidades neomarxistas que son ya casi todas también en EEUU.
Es la realización del sueño de Gramsci, aquel comunista italiano que marcó el camino de la penetración cultural de las sociedades capitalistas desarrolladas como la forma más eficaz y consistente de la toma de poder comunista. Es la fértil y ya triunfante siembra de aquellos profesores alemanes que desarrollaron los nuevos talleres del pensamiento comunista y que llegaron a EEUU huyendo del nazismo. Con nombres como Horckheimer, Adorno, Marcuse, Fromm o Pollock, fueron los que impusieron esa mezcla de filosofía marxista y freudiana que conquistó todos los campus. Celebrada décadas más tarde como Escuela de Frankfurt, volvió a Europa después de 1945 y también conquistó las universidades europeas.
Estamos ante la confirmación del éxito de ese proyecto filosófico, político y social que fracasó en sus formas más violentas bolcheviques. Pero que se va imponiendo en todo el mundo
Medio siglo después de lo que algunos creen su fracaso con el mayo francés del 1968 han llegado a su mayor éxito con la penetración total del sistema capitalista norteamericano y europeo. En EEUU son sus discípulos prácticamente todas las personalidades que desde los 70 salen de las universidades de elite. Obama fue su primer presidente, James Comey su primer jefe del FBI y Kamala Harris será su primera presidente.
Hoy, toda unidad de la administración norteamericana, como todas las grandes compañías, los grandes medios, las redes, las multinacionales tecnológicas, el mundo cultural, tienen sus cuadros dirigentes licenciados de las universidades de elite. Son marxistas aunque no se proclamen como tales y comunistas porque asumen que se ha de utilizar el poder para imponer un sistema igualitarista. Creen en un final de la historia, desprecian el hecho religioso, consideran al hombre un animal receptivo y transformable, en el que todo es producto de acción química o exterior y por tanto modificable.
Solo un fenómeno tan extraordinario como Donald Trump podía sorprender a este movimiento que avanza sin fisuras y sin pausa por las escuelas, universidades, medios, publicaciones, películas, teatro. Carente de miedo y pudor y con una voluntad personal colosal, Trump puso patas arriba la cacharrería del sistema cuando se está concluyendo el traspaso de poderes de las elites tradicionales a las izquierdistas en el corazón del poder de los EEUU. Nada simboliza mejor esa transición en el sistema que el tándem Biden-Harris.
,,,Europa está en las mismas manos de los discípulos de la Escuela de Frankfurt que mandan en Bruselas. Decididos a aplastar la reacción nacional que surge en todos los países europeos. Que sienten la amenaza de esta deriva que ha vaciado las democracias, asfixia toda discrepancia e impone desde un centro formas de vida e ideología que nadie ha votado ni elegido. En EEUU está ahora el gran pulso para esas fuerzas que quieren cambiar no solo el mundo, sino al hombre mismo.
¿Quién ganará el pulso mundial entre la civilización y la utopía/distopía marxista?”
El pueblo abrió sus ojos, no hay izquierda ni derecha, todos comen en la misma mesa de la mano con el gran capital, ninguno de estos tres actores, está interesado en el desarrollo de la educación técnica y superior, ni en el fortalecimiento de la clase media o el emprendimiento, EL SISTEMA JUDICIAL Y MODELOS ECONOMICOS ESTAN VENDIDOS AL MEJOR PSOTOR PRODUCTO DE LA CORRUPCION, existe una mafia o elite Politico-economica que se reparten oportunidades y favores, se reparten las riquezas del país y se cuidan entre ellos, mientras solo usan y explotan al pueblo, callandolo con mentiras, migajas o hasta intimidaciones.