A partir de los recientes sucesos en Honduras, Ecuador y Chile, donde ha habido protestas multitudinarias –incluso la destrucción del metro, saqueos e incendios en Chile– en contra de medidas económicas gubernamentales que afectan a la población, no han faltado quienes las justifican. Esta vez, tienen a un premio nobel estadounidense en el coro, Joseph Stiglitz, que recién publicó el artículo “El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia” en Project Syndicate y fue reproducido en Confidencial.
De qué acusa Stiglitz al “neoliberalismo”? Dice “Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación. … La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país.”
Este es un análisis ideológico. Hay que preguntarse ¿por qué un candidato presidencial de un país emergente no sería del agrado de los inversionistas financieros? Recordemos la frase “no hay nada más nervioso que un millón de dólares” Cuando hay apertura a los flujos de inversión en los mercados de capital, un inversionista pone su dinero donde calcula que obtendrá más réditos, sopesando los riesgos. No lo pone porque le agrada o no un político, sino porque ese político dice o hace cosas que afectan positiva o negativamente las perspectivas de rentabilidad del capital. Es la lógica implícita en todo tipo de negocio. Lo demás es discurso ideológico.
Cuando al inicio del párrafo dice que, debido a la liberalización de los mercados de capitales “La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino” la palabra clave aquí es “controlar”, una mala palabra para un inversionista, y lo que se deduce por el contexto es que se debe controlar la movilidad del capital a lo que atribuye la facultad de ser “una parte importante de su propio destino”, del destino de los individuos y las sociedades, como dice antes. Una exageración o magnificación a todas luces.
Continúa diciendo en su acusación a las consecuencias del “neoliberalismo”: “cuarenta años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo.”
Este análisis se concentra en lo que sucede principalmente en los países desarrollados. Veamos las evidencias.
A nivel mundial, la desaceleración del crecimiento mundial es de poco más de un punto porcentual en los últimos 8 años, pasando de 4.28% en 2010 a 3.04% en 2018 y coincide con la desaceleración de la economía de China, país que había venido impulsando el crecimiento económico mundial. Las exportaciones de todos los países hacia China se redujeron 4.5% en los primeros 7 meses de 2019. Se calcula que el volumen del comercio de mercancías descienda a 2.6% en 2019, frente al 3.0% en 2018.
Según un informe del Banco Mundial, en 2015 “Alrededor de 1100 millones de personas menos viven en pobreza extrema, en comparación con 1990. Los avances obedecieron al sólido crecimiento mundial y a la prosperidad en aumento de muchos países en desarrollo, en particular en Asia oriental y el Pacífico y Asia meridional, las regiones más populosas del planeta”. Para 2016-2019, la tendencia se mantiene. La globalización, la apertura al comercio y la inversión es lo que ha hecho posible semejante reducción.
Los salarios estancados en occidente, por tanto, tienen su contrapartida en los salarios en continuo crecimiento en Asia oriental, al trasladarse la inversión a esos países, donde cientos de millones han salido de la pobreza. Esto lo omite Stiglitz pues no abona a su intención.
La otra parte de su acusación es que con el “neoliberalismo” “sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide” es decir, ha producido una concentración de la riqueza. Resulta que ahora el problema no es que la gente no sea pobre, sino que no sea igual de rica como los más ricos.
Al respecto voy a citar a Leon Louw quien escribió “Should We Be Obsessed with “Inequality”? en la publicación de Tom Woods “AOC is Wrong”.
“El aumento más asombroso de los niveles de vida de los miles de millones más pobres del mundo se ha producido en la última generación. … La tecnología ha hecho que una persona más pobre tenga una brecha mucho menor en la calidad de vida de la persona más rica que hace 20, 30, 100 años. … … Deberíamos darnos cuenta de que las comodidades de la vida, como yo los llamo, el acceso a las comunicaciones, el transporte motorizado, la comida, la vajilla, los cubiertos, el entretenimiento, la televisión, se ha disparado como un cohete para las personas más pobres del mundo. … acceso a la electricidad, acceso a la información, acceso a la alfabetización, acceso a servicios bancarios y financieros, acceso al crédito, etc. Cada cosa que determina la calidad de vida no sólo ha tenido un crecimiento asombroso para las masas del mundo, los pobres, sino que ha acercado cada vez más a los pobres a los ricos. Probablemente lo más importante de todo es la esperanza de vida. Desde tiempos bíblicos, las personas más ricas vivieron … 70 años. … Ha subido a tal vez 80. Mientras tanto, los pobres que vivían algo así como 25, 30, 40 años … están ahora en 65. Se están poniendo al día. … Ahora, ¿qué te dice eso? Te dice que tienen agua potable. Tienen condiciones de vida sanitarias. Tienen atención médica. Tienen analgésicos. Tienen antibióticos, etc.”
Al reclamo de la desigualdad se suma Thomas Piketty con su libro “El Capital en el siglo XXI”, la versión 2 de “El Capital” de Karl Marx, que ha tenido una amplia difusión mundial, con sus predicciones de un futuro de alta concentración de la riqueza y sus recomendaciones de política, que incluyen un impuesto mundial al capital y una alta tasa de impuesto sobre la renta. La obra de Piketty pasa por alto el aumento del nivel de vida y la reducción de la pobreza en el mundo, centrándose en un análisis de la distribución de la riqueza en países desarrollados.
Sobre Piketty, en la publicación antes citada de Leon Louw, este dice: “En ninguna parte de su literatura, en las 600 páginas de Piketty o en el sitio web de Oxfam, hacen una pregunta muy simple: ¿qué fue lo que llevó a esto? Si están interesados en la pobreza, ¿empezarán diciendo: dónde se ha aliviado más la pobreza, qué ha pasado, qué ha provocado esto? No tienen ningún interés en esa pregunta. Por el contrario, si hicieran esa pregunta, descubrirían que es debido a las políticas de libre mercado, la liberalización, la privatización, la reducción del gasto público, la reducción del papel del gobierno y la liberación de los mercados. Eso no les interesa, porque va en contra de su sesgo ideológico.” En otras palabras, Louw afirma que la pobreza se ha reducido precisamente gracias al “neoliberalismo” satanizado por Stiglitz y su coro.
En su nuevo libro “Capital e ideología” recién publicado en septiembre de 2019 y que parece responder a Louw, Piketty afirma que la desigualdad tiene un origen ideológico y político, según el artículo ‘La desigualdad es ideológica y política’, afirma Piketty en su nuevo libro.
En la investigación realizada en 2015 por Sutirtha Bagchi and Jan Svejnar. “Does Wealth Inequality Matter for Growth? The Effect of Billionaire Wealth, Income Distribution, and Poverty“ 2015 encontraron que la desigualdad de ingresos es marginalmente significativa para explicar el ritmo de crecimiento económico mientras que la desigualdad de riqueza ejerce un efecto negativo. Pero más importante aún fue la verificación de que la riqueza obtenida a través de conexiones políticas o corrupción está relacionada negativamente al crecimiento económico mientras que los efectos de la desigualdad de riqueza, la desigualdad de ingresos y la pobreza inicial políticamente desconectados son estadísticamente insignificantes.
Esto coincide con previas y posteriores publicaciones que indican que en el llamado “capitalismo de compinches”, que prevalece en muchos países latinoamericanos y de otras latitudes –Rusia es un ejemplo emblemático- la concentración de la riqueza es producto de la corrupción y de la colusión de las élites en el poder político y económico, produciendo como consecuencia un bajo crecimiento económico y mayor desigualdad social. Estos países están lejos de practicar las políticas “neoliberales” establecidas en el Consenso de Whashington.
Para estar claros en qué consisten estas políticas es necesario referirnos a ellas:
El concepto y nombre del consenso de Washington fue presentado por primera vez en 1989 por John Williamson, economista del Instituto Peterson, un comité de expertos en economía internacional con sede en Washington. Williamson usó el término para resumir una serie de temas comunes entre instituciones de asesoramiento político económico con sede en Washington, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, Williamson incluía diez amplios grupos de recomendaciones políticas relativamente específicas:1
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- Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales en relación con el Producto Interno Bruto;
- Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura;
- Reforma tributaria, ampliando la base tributaria y la adopción de tipos impositivos marginales moderados;
- Tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas) en términos reales;
- Tipos de cambio competitivos;
- Liberalización del comercio: liberación de las importaciones, con un particular énfasis en la eliminación de las restricciones cuantitativas (licencias, etc.); cualquier protección comercial deberá tener aranceles bajos y relativamente uniformes;
- Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa;
- Privatización de las empresas estatales;
- Desregulación: abolición de regulaciones que impidan acceso al mercado o restrinjan la competencia, excepto las que estén justificadas por razones de seguridad, protección del medio ambiente y al consumidor y una supervisión prudencial de entidades financieras;
- Seguridad jurídica para los derechos de propiedad
Wikipedia. Consenso de Washington
Posteriormente estas recomendaciones se han pulido y ampliado considerablemente. Hacia fines de la década de los noventa se añadieron elementos a esta lista conocidos como “de segunda generación”, que tenían un cariz más institucional y se enfocaban a problemas de “gobernanza eficaz”.
Versión “aumentada” del Consenso de Washington (elementos agregados a los 10 originales)
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- Gobernanza corporativa.
- Combate a la corrupción.
- Mercados laborales flexibles.
- Observancia de los preceptos de la OMC.
- Observancia de los códigos y estándares financieros internacionales.
- Apertura “prudente” de las cuentas de capital.
- Regímenes cambiarios no intermedios.
- Bancos centrales independientes / metas inflacionarias.
- Redes de seguridad social.
- Metas de reducción de la pobreza.
Dani Rodrik. Una economía, muchas recetas. La globalización, las instituciones y el crecimiento económico, 2011
Todas estas políticas, de ser correctamente implementadas, conducen inequívocamente a lograr un mayor crecimiento y desarrollo económico, prosperidad y aumento del nivel de vida de la población. Estas son entonces, las verdaderas políticas “neoliberales” que demonizan sus detractores, quienes se cuidan de decir que los gobiernos, en especial en Latinoamérica, solamente han implementado algunas de ellas.
La pura verdad es que no son las políticas “neoliberales” las que causan el atraso y la concentración de la riqueza en Latinoamérica. Es una mezcla de populismo y corrupción en sistemas donde impera el “capitalismo de compinches”.
Si quiere informarse sobre qué es el Liberalismo y el Neoliberalismo vea: Liberalismo y Neoliberalismo
Arturo J. Solórzano
5 de noviembre, 2019